Por:
Ignacio Mendoza
Fotografía:
Archivo
Medusa ante
el espejo
¿Por qué la tragedia de Hidalgo tuvo como acta
de nacimiento un ilícito, que pasó a convertirse en
un carnaval cuyo boleto de entrada fue el desdén
a las leyes?
A
casi un mes de haber
sucedido el hecho
que los generó,
el rechazo inmediato que tuvieron
los memes sobre la explosión
de Tlahuelilpan, Hidalgo, se ha
mantenido y demuestra que
entre nosotros campea algo
más que corrupción o ausencia de valores. También refiere
que vivimos una realidad
más atroz de lo que solemos
admitir debido a que padecemos esquizofrenia moral. Nos
horrorizamos ante un meme
(sí: insensible, de mal gusto)
pero no protestamos por otras
expresiones cuyos contenidos
son igualmente desagradables
o lesivos.
El argumento que justificó
la condena generalizada se
sustentaba en la falta de sensibilidad frente la tragedia y,
en especial, de respeto a las
víctimas. La reacción me hizo
recordar a Susan Sontag y su
teoría sobre el gusto creciente
en Occidente por contemplar
animaladas (una práctica
cuya arena, por excelencia,
es Internet). Según Sontag,
eso suprime o reduce nuestra
náusea moral, lo cual atrofia la
reacción que podamos sentir
ante los atropellos de la vida.
Personalmente difiero con
dicha teoría no por ese sustento socio histórico que tiene
nuestra fijación por las aberraciones (¿puede haber algo
más sombrío que comer frijoles
“con veneno” o visitar El blog
del narco?). Tampoco porque
desconozca que existen personas desequilibradas entre los
aficionados a las atrocidades y
una franca falta de sensibilidad
entre aquellos que disfruten
con los memes en cuestión o
que se regocijen escuchando
narco corridos, pero debemos
entender que dicha afición es
un fenómeno complejo que
puede servir para entender y
explorar los territorios de la
maldad.
Claro: para ello, el requisito
principal consiste en encarar
a tales territorios como son,
aceptar su existencia aún y
con su inevitable carga de mal
gusto o falta de respeto (puntos que no justifico pero que
ameritan otro tipo de análisis)
y asumir que –Medusa ante
el espejo- nuestra aparente
normalidad es terriblemente
siniestra y monstruosa por
tantos lastres cuya extensión
impide citarles en este espacio.
Si hacemos eso con honestidad, podremos provocar
sentimientos de cohesión
que nos integren en términos
comunitarios, incluso puede
suceder que, como en el caso
de Frankenstein, nos encontremos con que tales horrores quizá oculten situaciones
o necesidades urgidas de una
buena dosis de compasión o
empatía. Ese sería el primer
paso para actuar como ciudadanos responsables, cierto,
pero sobre todo para reconocernos como seres humanos en
toda la extensión de la palabra.
El punto, en conclusión, no
deben ser los meme como tales,
sino más bien preguntar por qué
la tragedia de Hidalgo tuvo como
acta de nacimiento un ilícito que
pasó a convertirse en un carnaval cuyo boleto de entrada fue el
desdén a las leyes travestido en
despreocupación suicida.
El debate, entonces, no se
debe convocar en torno a una
imagen anónima pese a su
enorme carga de insensibilidad
y –repito- mal gusto. Más bien
urge analizar nuestra voluntad
por actuar mal con los otros,
esa voluntad que, lejos de afirmarnos como almas piadosas
dedicadas a salvaguardar las
formas, nos revela como hienas
dispuestas a tirar la tarascada
en la primera oportunidad.
Ignacio Mendoza
Catedrático,
escritor y promotor cultural.
Ha sido Premio Nuevo León de
Literatura y Director de Cultura
en el Municipio de Monterrey.
También se ha desempeñado
como profesor de Letras
Hispanoamericanas, y prepara
actualmente su segunda
novela.