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Por: Miguel Angel Arritola
Fotografía: Miguel Angel Arritola
Fotografía: Miguel Angel Arritola
El lujo de ser
Sylvia Pasquel
El monólogo “Nahui Olin; Virgen
perversa”, de la poeta, musa y
pintora que desafió la moral y
las buenas costumbres de los
años 40, encarnada por una
espléndida actuación de la
primera actriz Sylvia Pasquel se
presentó con lleno total la noche
del viernes en Casa Musa AC.
El sol fue su eterno amante, su fiel amigo, aquel que aca
-
rició con sus destellos de luz ese cuerpo que alguna vez
enloqueció a los hombres y le dio brillo a las “revistillas”
con sus audaces desnudos, esos desnudos generosos
plasmados por grandes pintores como Diego Rivera.
Dicen que murió sola, un 23 de enero de 1978, rodeada tan
solo de sus tres perros y ocho gatos.
Murió sin obtener ningún reconocimiento, no hubo periódico en todo México que publicara una esquela y mucho menos
existió alguna nota que arrojara información sobre su muerte.
Pero la noche del viernes, en Casa Musa AC, la rabia, la pasión
y la soledad de la poeta y pintora Nahui Olin, volvió a cobrar vida
en la piel de la primera actriz Sylvia Paquel, quien al término de
la función, acabó bañada en llanto ante una ovación de pie de
un público que no escatimó aplausos ante un trabajo impecable
y por demás sensible.
”Nahui Olin; Virgen perversa”, de la escritora y dramaturga
Gilda Salinas, con la dirección de Francisco De Luna, araña de
manera desafiante y atrevida la vida de la poeta y pintora que
provocó perversamente a la sociedad al exhibir la libertad sexual
del sexo femenino.
El monólogo es inquietante y cautivador.
El público guardó absoluto silencio cuando Sylvia Paquel ya
en la piel de Nahui Olin y de espaldas al espectador, miraba al
infinito, buscando en la nada las palabras exactas para narrar
una historia cargada de erotismo y soledad.
La voz de Sylvia Pasquel es como un trueno que retumba en la sala de Casa Musa, donde el
público en total silencio disfrutó el desempeño de una
primera actriz que hizo suya
por 60 minutos esa vida desordenada, promiscua y retadora
de Nahui Olin.
Pasquel llena el escenario
sin problema alguno, lo suda,
lo llora, lo acaricia, lo besa,
espacio por espacio, le saca
provecho a cada elemento que
está ahí, en una habitación.
Las paredes de ese cuarto
está lleno de pendones con la
imagen de sus amantes, de
sus hombres, de esos seres
que pasaron por su vida, los
tiene ahí colgados, como si
fueran “trapos al sol”, son esos
hombres que se burlaron de
su necesidad de amar, de su
necesidad de tener a alguien
en su vida.
También, escondidos en las
esquinas de ese cuarto, habitan sus perros y sus gatos, a
quienes les da abrigo, amor
y compañía, los únicos que
nunca la traicionaron, para
quienes trabajaba para llevar
-
les un plato de comida.
De principio a fin, Sylvia
Pasquel ofrece un trabajo
impecable, lleno de emociones
que arroja con gentil creatividad en sus desplazamientos
requeridos por el texto, un
texto cruel, explicito y verdadero para que el espectador
abrace, entienda y comprenda
a ese cuerpo lleno de llagas y
heridas en el cual ya no hay
espacio para una soledad más,
ese cuerpo que fue amado por
los hombres y al final del horizonte, olvidado por ellos al verse apagado en su belleza y juventud.
“Nahui Olin; Virgen perversa” desempolva la vida castigada
de una mujer oprimida por el odio de su madre y la apatía de su
padre, el militar porfirista Manuel Mondragón, a quien tanto
amó y el que al final de cuentas la entregó a una vida vacía y
humillante al casarla con el artista plástico Manuel Rodríguez
Lozano “El hechicero”, al que ella llamaba “un joto que sentía
los mismos deseos sexuales que yo que descaradamente salía
por las noches en busca de hombres.....”-
“Nahui Olin...” en un vertiginoso viaje a la vida de la pintora
y poeta, célebre y famosa por sus desenfrenados escándalos
amorosos, sobre todo uno, el de ese amor total que le entregó
al también pintor “Dr. Atl”.
Pasquel tiene un dominio total en escena, sube y baja, corre,
“gatea”, se abalanza con odio a esos recuerdos que tiene “colgados” en la pared, de esos hombres que pasaron por su vida
lastimando cada palmo de su piel, destrozando poco a poco su
corazón y perturbando su equilibrio emocional.
Es fascinante apreciar el momento justo donde Sylvia Pasquel
abraza su personaje para entrar de lleno al mundo del erotismo
que vivió la poeta y recrea de manera sensual ese juego al amor
que nunca se le dio.
El cambio constante de emociones son en su totalidad arrebatadores y con total maestría que el público contiene el aliento
para no distraer a la actriz en su entrega total cuando decide
arrojar a la basura aquellas normas y limitaciones impuestas
por la sociedad, esa sociedad a la que ella se enfrentó y se burló
una y mil veces al crear su propio mundo y sus propias leyes.
“Nahui Ollin; Virgen perversa” se presenta hoy sábado en
Casa Musa AC con localidades ya agotadas.
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