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La exquisitez
de ser nosotrxs
La sana
distancia
Dicen que la mejor guía para el presente y futuro,
es aprender del pasado.
Hace algunos años, en los tiempos del dictador
Nicolae Ceaușescu quien gobernó por casi un
cuarto de siglo en Rumania, se llevó a cabo un
cruel experimento.
Desde una estrategia pensada contra la baja
tasa de natalidad en el país, se instauró por
decreto la restricción al uso de anticonceptivos,
lo que ejerció un control sobre la vida sexual
y reproductiva de la población en la época.
Incluso, quien no podía tener hijos, debía pagar
más impuestos.
Lo anterior, propició que las tasas de
mortalidad materna e infantil aumentaran y
desgraciadamente, también se acrecentó el
abandono en orfanatos del Estado. Se dice que
para la década de los 80´s, vivían en ellos más
de 100,000 infantes.
Con la caída del dictador en 1989, salió a la luz
la tragedia ocurrida en los orfanatos:
Bebés y niños pequeños amontonados en cunas,
todos en silencio, ninguno lloraba. Se descubrió
que eran el resultado de un cruel experimento
sobre la ausencia de estímulos. Nadie había
respondido a sus llantos y gritos, nadie los había
abrazado o propiciado el mínimo roce de afecto.
No jugaban, no hablaban. Podrá usted imaginar
el terrible estado en el que vivían: desnutridos,
sucios, ignorados.
Tal descubrimiento, desencadenó importantes
estudios sobre los efectos de los estímulos,
así como de las consecuencias de la falta
de cuidados en la primera infancia. Las
investigaciones posteriores, señalaron la
manera en la que el cerebro guarda secuelas
que trascienden hasta la edad adulta.
La difusión del caso, causó conmoción y algunos
de estos niños fueron puestos en adopción en
el extranjero y otros, debido a su condición,
continuaron a cargo del Estado.
El seguimiento que se hizo a los niños adoptados,
trajo importantes descubrimientos, como por
ejemplo: que el tamaño del cerebro de los
niños del orfanato era significativamente más
pequeño, en relación a otros niños criados en
mejores circunstancias. O que desde el primer
día de vida del ser humano, toda interacción
es nutriente al cerebro y es vital para su
conformación y capacidad, indicaron en su
momento neurocientíficos, lo que habla de la
importancia del apego desde edad temprana y de la atención en la primera infancia.
Algunos de estos niños lograron superar el
pasado y otros tuvieron graves secuelas
descubiertas al llegar a la edad adulta.
Me topé con esta historia hace tiempo y me
impactó. Encuentro el valor del abrazo oportuno
y necesario en la infancia pero también en la
adultez, porque transmite aceptación, seguridad,
acompañamiento y es capaz de transformarnos
en lo cotidiano, por muy entrados que estemos en
años. Descubro su valor en el abrazo necesario a
quien queremos y con quien esa “sana distancia”
deseamos sea la más corta.
Toda esta reflexión vino a mi mente, a propósito
de la restricción a tocarnos y estar a una “sana
distancia” -mínima de un metro y medio con
el de junto-, en estos tiempos que debemos
cuidarnos para prevenir el coronavirus.
Y es que hay cosas que solo apreciamos en
su ausencia y se extrañan… tengamos la edad
que sea.
Diana Elisa González Calderón - Docente
e investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.
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