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La exquisitez de ser nosotrxs
Pensar la
cultura en
los tiempos
de crisis.
Dicen que estamos ante una crisis económica
sin precedentes, vinculada a la crisis de salud
actual. Esta se verá reflejada en recortes a todas
las áreas, y entiendo sustancial la discusión
sobre lo que ocurrirá en torno a la cultura y a la
ciencia. Permítame en este momento dedicarme
específicamente a la cultura.
Pensar la cultura es pensar la vida, llegó a
señalar Antonin Artaud. Y las palabras toman
verdad cuando reconocemos que a través de
muchas de las manifestaciones del arte y la
cultura podemos conocernos, identificarnos,
y explicarnos. Pero también es la otra escuela.
Dice Roman Gubern que a través del cine
aprendimos a besar, García Canclini señala
que a través de la radio se dieron las primeras
configuraciones del “otro” cuando México recibió
a tantos migrantes a finales de los 30´s, y en
otros contextos se dice que “el niño que tiene
un instrumento en la mano, jamás tendrá un
arma”; entre muchas otras lecciones.
Por lo anterior, me parece importante fomentar,
difundir y educar en torno al arte y la cultura, pues permite entender al ser humano en su
tiempo y momento.
Tiempos de crisis deben entenderse también
como momentos de cambio y espacios de
oportunidad creativa, por lo que ante los nuevos
escenarios económicos y de salud que vivimos,
debemos iniciar el debate sobre el tipo de
cultura que queremos ante la nueva sociedad
que somos, permeada por nuevas prácticas,
rutinas, entornos tecnológicos y maneras de
relación; y de igual manera entender la función
que tiene el arte y la cultura en la formación de
la sociedad que aspiramos.
Pongo sobre la mesa la necesidad de repensarnos en este nuevo contexto histórico, tan inesperado como urgente de comprender.
Pensar que el arte y la cultura es una experiencia
destinada solo para algunos entendidos, es de
origen una visión muy limitada. Es indispensable
pensar desde un enfoque incluyente a las
manifestaciones, a las temáticas, pero también
a los sectores que los producen y los consumen.
Destaco el reto de incentivar y reconocer
a los creadores artísticos quienes nadan a
contracorriente muchas veces. Siendo el arte un
ámbito subjetivo cualquiera se cree con derecho
a criticar, pero se desconoce que la creación
artística inicia con una lucha interna de ángeles
y demonios, con sí mismo y la necesidad de
expresarlo; en un sistema de sobrevivencia que
otorga pocos apoyos.
Pero también destaco la preservación contra
viento y marea de esos espacios que cobijan
las manifestaciones culturales. ¿Recuerda su
primera experiencia en un museo, en un teatro,
en el cine, o en un festival? A edad temprana son
escenarios iniciáticos, y a edades posteriores
es posible entenderles como marco, escenario,
ambientes dispuestos para la óptima experiencia
estética.
Los tiempos actuales no son fáciles y se piensa
que ante un escenario de sobrevivencia, el arte
y la cultura están de más. No es así. Es alimento
para crecer, escapar, reinventar y son motor
de reconstrucción social. Por ello, proteger en
estos tiempos a quienes lo hacen posible debe
ser obligado; así como incentivar que llegue a
más personas y se nutra de las más diversas
manifestaciones.
Ante el panorama adverso, urge una estrategia
desde los tres niveles de gobierno donde se actúe coordinadamente y se diseñen medidas
para la preservación de la industria cultural.
Buscar la participación conjunta del Estado, la
iniciativa privada, la academia y la sociedad
civil organizada para idear estrategias de
supervivencia desde ópticas diversas, así como
para la generación de nuevos públicos, nuevos
formatos y escenarios tecnológicos que puedan
apropiarse las nuevas generaciones y una
sociedad que está experimentando cambios.
No sabemos que forma tendrá el “después” de lo
que ahora vivimos, pero debemos apostar con
optimismo al futuro. Desde siempre, la cultura ha
sido un escenario castigado en los presupuestos
y la frase “por amor al arte” habla de la gratuidad
con la que se piensa debe ejercerse. Gran error. Por
ello, demos foco a quien lo hace, donde, porqué,
para qué y con qué. Dar dignidad a toda la industria
cultural es un gran pendiente y no entender las
consecuencias de la falta de apoyo, limitará el
desarrollo de la sociedad a la que debemos aspirar.
Cuando entendamos que el acceso a la cultura
es un derecho, empezaremos a hablar de
garantías. Hoy, es un elemento imprescindible
para la sobrevivencia. Hagámoslo por el hoy
y por el mañana, por esa herencia cultural de
quienes nos precedieron y porque la historia la
seguimos escribiendo.
DIANA ELISA GONZÁLEZ CALDERÓN
Diana Elisa González Calderón es docente
e investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México
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