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Pensar la cultura en los tiempos de crisis | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Mayo 2020

La exquisitez de ser nosotrxs

Pensar la cultura en los tiempos de crisis.

Dicen que estamos ante una crisis económica sin precedentes, vinculada a la crisis de salud actual. Esta se verá reflejada en recortes a todas las áreas, y entiendo sustancial la discusión sobre lo que ocurrirá en torno a la cultura y a la ciencia. Permítame en este momento dedicarme específicamente a la cultura. 

Pensar la cultura es pensar la vida, llegó a señalar Antonin Artaud. Y las palabras toman verdad cuando reconocemos que a través de muchas de las manifestaciones del arte y la cultura podemos conocernos, identificarnos, y explicarnos. Pero también es la otra escuela. Dice Roman Gubern que a través del cine aprendimos a besar, García Canclini señala que a través de la radio se dieron las primeras configuraciones del “otro” cuando México recibió a tantos migrantes a finales de los 30´s, y en otros contextos se dice que “el niño que tiene un instrumento en la mano, jamás tendrá un arma”; entre muchas otras lecciones.

Por lo anterior, me parece importante fomentar, difundir y educar en torno al arte y la cultura, pues permite entender al ser humano en su tiempo y momento.

Tiempos de crisis deben entenderse también como momentos de cambio y espacios de oportunidad creativa, por lo que ante los nuevos escenarios económicos y de salud que vivimos, debemos iniciar el debate sobre el tipo de cultura que queremos ante la nueva sociedad que somos, permeada por nuevas prácticas, rutinas, entornos tecnológicos y maneras de relación; y de igual manera entender la función que tiene el arte y la cultura en la formación de la sociedad que aspiramos.

Pongo sobre la mesa la necesidad de repensarnos en este nuevo contexto histórico, tan inesperado como urgente de comprender.

Pensar que el arte y la cultura es una experiencia destinada solo para algunos entendidos, es de origen una visión muy limitada. Es indispensable pensar desde un enfoque incluyente a las manifestaciones, a las temáticas, pero también a los sectores que los producen y los consumen. 

Destaco el reto de incentivar y reconocer a los creadores artísticos quienes nadan a contracorriente muchas veces. Siendo el arte un ámbito subjetivo cualquiera se cree con derecho a criticar, pero se desconoce que la creación artística inicia con una lucha interna de ángeles y demonios, con sí mismo y la necesidad de expresarlo; en un sistema de sobrevivencia que otorga pocos apoyos.  

Pero también destaco la preservación contra viento y marea de esos espacios que cobijan las manifestaciones culturales. ¿Recuerda su primera experiencia en un museo, en un teatro, en el cine, o en un festival? A edad temprana son escenarios iniciáticos, y a edades posteriores es posible entenderles como marco, escenario, ambientes dispuestos para la óptima experiencia estética.

Los tiempos actuales no son fáciles y se piensa que ante un escenario de sobrevivencia, el arte y la cultura están de más. No es así. Es alimento para crecer, escapar, reinventar y son motor de reconstrucción social. Por ello, proteger en estos tiempos a quienes lo hacen posible debe ser obligado; así como incentivar que llegue a más personas y se nutra de las más diversas manifestaciones.

Ante el panorama adverso, urge una estrategia desde los tres niveles de gobierno donde se actúe coordinadamente y se diseñen medidas para la preservación de la industria cultural. Buscar la participación conjunta del Estado, la iniciativa privada, la academia y la sociedad civil organizada para idear estrategias de supervivencia desde ópticas diversas, así como para la generación de nuevos públicos, nuevos formatos y escenarios tecnológicos que puedan apropiarse las nuevas generaciones y una sociedad que está experimentando cambios.

No sabemos que forma tendrá el “después” de lo que ahora vivimos, pero debemos apostar con optimismo al futuro. Desde siempre, la cultura ha sido un escenario castigado en los presupuestos y la frase “por amor al arte” habla de la gratuidad con la que se piensa debe ejercerse. Gran error. Por ello, demos foco a quien lo hace, donde, porqué, para qué y con qué. Dar dignidad a toda la industria cultural es un gran pendiente y no entender las consecuencias de la falta de apoyo, limitará el desarrollo de la sociedad a la que debemos aspirar. 

Cuando entendamos que el acceso a la cultura es un derecho, empezaremos a hablar de garantías. Hoy, es un elemento imprescindible para la sobrevivencia. Hagámoslo por el hoy y por el mañana, por esa herencia cultural de quienes nos precedieron y porque la historia la seguimos escribiendo.  


DIANA ELISA GONZÁLEZ CALDERÓN
Diana Elisa González Calderón es docente e investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México