Por:
Gabriela Arenas
Fotografía:
Especial
Francesca
Woodman
Sus fotografías nos hablan de
una constante contradicción:
diafanidad y oscuridad, dolor y
placer, sensualidad y castidad,
movimiento y momentos
congelados.
Francesca Woodman
fue una fotógrafa
estadounidense, hija
de padres artistas.
Su madre ceramista
y escultora, su padre pintor.
El arte en su casa era una religión, creciendo desde niña
rodeada del mismo, mientras
también desarrollaba una gran
sensibilidad y pasión artística.
A los 13 años, su padre le
regaló su primera cámara
fotográfica, iniciando desde
ese momento su carrera como
fotógrafa.
Su obra tiene un tono poético, donde cada una de sus
fotografías cuenta con su
sello personal. Su trabajo
es un reflejo de femineidad,
corporeidad y sutileza. Su
trabajo también cuenta con
claros rasgos de simbolismo
y surrealismo.
En sus imágenes, frecuentemente nos encontramos con
interiores abandonados y ruinosos, donde el cuerpo se funde
con el entorno. Objetos colocados con precisión, creando
así ambientes surrealistas,
enfocando su trabajo principalmente en el cuerpo femenino
y el desnudo, siendo autorretratos la mayoría de sus obras.
Sus fotografías nos hablan
de una constante contradicción:
diafanidad y oscuridad, dolor
y placer, sensualidad y castidad, movimiento y momentos
congelados. Sus imágenes son
capaces de transmitir sentimientos de fragilidad, misterio,
ausencia, melancolía, tristeza,
ansiedad, logrando conectar al
espectador con los mismos sentimientos. Es interesante cómo
al ver sus fotografías, uno se
queda con ganas de ver más,
de saber más.
Después de su internado
en Roma, viajó a Nueva York
buscando ahí iniciar su carrera
como fotógrafa, pero nadie
le brindó una oportunidad y
trabajó sólo como asistente
de fotógrafo, por lo que nunca
pudo demostrar de lo que ella
era capaz. Esto sumado a una
ruptura amorosa, la llevó a
una depresión muy fuerte en
1980, donde inclusive intentó
suicidarse.
Al año siguiente lo intentó
de nuevo, lanzándose desde
el tejado de un edificio, pero
ahora si perdiendo la vida con
tan sólo 22 años de edad, un 19
de enero de 1981. “Mi vida en
este punto es como un sedimento muy viejo en una taza
de café y preferiría morir joven
dejando varias realizaciones,
en lugar de ir borrando atropelladamente todas estas cosas
delicadas…”
Dejó unos 10 mil negativos y más de 800 fotografías
impresas, en un archivo que
sus padres gestionan y exponen y del cual sólo se conoce
una cuarta parte.
Francesca Woodman con
el paso de los años, se ha convertido en una de las fotógrafas
contemporáneas más estudiadas
y comentadas. Tras su trágico
suicidio, no ha dejado de recibir
el reconocimiento de críticos y
especialistas de todo el mundo,
sin dejar de generar debate y
preguntas sin respuesta.
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