La exquisitez
de ser nosotrxs
¿Cómo
contaremos
lo vivido?
Entre estas cuatro paredes el miedo a veces
gana. El enemigo acecha afuera, invisible,
impredecible como en esas películas de suspenso.
Del “no exageres” al “debemos vivir sin miedo”
han deambulado las críticas, pero no puedo
evitarlo. La cantidad de muertes que ocurren
a diario no son solo números, no son solo
estadísticas, no es solo el dato de sobremesa
que se cuenta como cotilleo.
Era un papá, un hermano o una hija. Es el
recuerdo del último festejo juntos, del último
abrazo dado. Es la risa de las últimas bromas
o el recuerdo de su historia cercana a la nuestra.
Se queda una silla vacía en la mesa y un hueco
en el pecho que no llenan las frases de consuelo.
Podría ser cualquiera de nosotros y que dolor
que hayan sido los que fueron.
¿Pudieron las cosas ser distintas? ¿no se cuidó?
¿faltó exagerar? Ya para qué pensarlo.
Quedaremos marcados de esta experiencia y
necesitaremos honrar a los caídos cuando todo
esto acabe. Hacer una ceremonia de duelo y
ahora sí, llorar a nuestros muertos abrazados
a nuestros vivos. Agradecer haber sido de los
seleccionados para pasar al siguiente nivel, que
traerá otras tantas pruebas. Me digo a mi misma:
“espero ser de las que pasen esta prueba”. Ojalá
en el siguiente nivel no haya otra pandemia,
ojalá no otra tragedia.
Pero imagino el día en que todo esto acabe y
como saldremos a la calle.
Seguro volveremos a admirar las nubes y la
plaza. Seguro disfrutaremos la charla en los
pasillos, las visitas inesperadas o esa amistad
a la que siempre le sacamos la vuelta. Seguro
disfrutaremos el abrazo casual, el beso
consentido y las risas de sobremesa. Seguro
pensaremos en un viaje. No importa el sitio, pero
volveremos a descubrir la maravilla del ser y
estar, tocar y sentir.
Y habrá que reconstruirse de las pérdidas
humanas y materiales. Ojalá que esta crisis nos
haga más solidarios. Recuperar la economía
local echando la mano a esos pequeños
negocios que tambaleantes vuelven a abrir. Y
habrá que dejar propina con una sonrisa y pedir
postre con café mientras en el fondo se oye
música en vivo de alguien que improvisa. No
seremos ajenos, ni mucho menos desconocidos.
Seremos seres humanos que buscan como
darse la mano para salir de ese agujero donde
se escondieron del bicho.
Y en esa reconstrucción, habrá que ponerse al
tanto de la amistad en las charlas pendientes.
En las lágrimas que no tuvieron con quien
compartirse y en las risas que a la distancia
no saben igual, constatado. Pero también en
el amor. En el tacto y la cercanía. En el silencio
que deja de ser silencio para ser una masa de
piernas y brazos sin forma.
Y páginas y páginas se escribirán sobre lo vivido
y esas páginas se las llevará el viento una a
una porque lo olvidaremos poco a poco. Y en
algunos años nuestros nietos preguntaran como
sobrevivimos a la pandemia y solo podremos
contestar: no lo sé, solo quedándonos quietos.
Diana Elisa González Calderón Docente
e investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México