Me quiero bajar
Actualmente, el mundo se mueve tan
aceleradamente, que es imposible
darse cuenta de la cantidad de álbums
musicales que salen DIARIAMENTE al
mercado.
Estos tiempos en que vivimos
son bastante raros, ya que
a pesar de que el mundo se
“detuvo” a causa de la pandemia, la vida sigue su curso:
los trabajos, las escuelas, el desarrollo,
etc. Eso no se puede detener.
La vida continúa y avanza como un
tren que acelera constante e inevitablemente, a un ritmo que es difícil darnos
cuenta de lo que está pasando alrededor. Recuerdo que, en mi adolescencia,
la industria de la música nos arrojaba
el material discográfico de las bandas a
un ritmo en el que podíamos asimilarlo.
¿Cómo olvidar esos tiempos?
Allá por los años 80 y 90, cuando
quería un disco, le hablaba a un amigo y
hacíamos un “tour” por las 2 o 3 tiendas
donde solían venderlos para pasar horas
y horas en busca del material indicado.
Recuerdo que recorría todos y cada
uno de los pasillos, listo para gastar
el dinero que había ahorrado para ese
propósito. Cada fin de semana, era una
lucha constante para decidir si compraba el nuevo álbum de “X” banda,
o me iba por algún disco clásico que
faltaba en mi colección. La mayoría de
las veces me iba por lo “nuevo” y dejaba
para después el disco clásico, ya que en
mi cumpleaños o en Navidad, tendría
más dinero para poderlo comprar.
Recuerdo que llegaba a casa emocionado y me iba directo a mi cuarto,
arrancaba con cuidado la envoltura
transparente, lo colocaba en el reproductor y me recostaba en mi cama a
escucharlo. Me encantaba ver el arte
de las portadas, analizarlas e imaginar
en lo que el artista se había inspirado
para realizarla. Hojeaba las páginas del
“librito” viendo las fotos y leyendo las
letras de las canciones. Era gran parte
del atractivo de poseer un álbum en
físico. Cierro los ojos y aún puedo oler
ese aroma a nuevo que despedía… eso
era felicidad.
Ahora, el mundo se mueve tan aceleradamente, que es imposible darte
cuenta de la cantidad de álbums que
salen DIARIAMENTE al mercado.
Hoy en día, sería una labor titánica
tratar de hacer eso que hacía antes,
cada vez que compraba un disco nuevo.
Con un número creciente de bandas,
y con la proliferación de sellos independientes, las agrupaciones musicales
han encontrado una forma más fácil,
sencilla y rápida de llegar a las manos
de los consumidores.
Para un entusiasta de la música como
yo, ésto es un arma de doble filo. Por
un lado, es genial tener tanta música
nueva, fresca y con interesantes propuestas por escuchar. Pero por el otro
lado, es demasiada la cantidad, que a
veces, nos es difícil poder dedicarle
el tiempo para analizarla y valorarla
como se merece. Sobre todo, hace falta
tiempo para disfrutarla.
Antes, podía escuchar un disco 2
semanas enteras sin cambiar a escuchar otro, era como una especie de adicción. Me era imposible soltarlo porque
disfrutaba y analizaba cada nota como
me era posible. Soñaba con las canciones y hablaba de ello todo el tiempo
hasta que, al mes siguiente, llegaba a
las tiendas el nuevo disco de otra banda
que también me gustaba.
Y así fue por muchos años. Hasta
que llegó el nuevo milenio, los formatos
cambiaron, surgieron nuevos estilos y
nuevas bandas. Sin embargo, los viejos
grupos siguen vigentes, aun en un mercado sobresaturado. Ahora, a veintitantos años de distancia, me siento como
gato bajo la lluvia, apabullado por el
gran número de propuestas musicales
que diariamente caen sobre nosotros.
Recuerdo bien, que a principio de
los años 90, se hablaba de que estábamos viviendo en la “era de la información”, donde se nos decía que en ese
momento, más que nunca, el mundo
tenía acceso a información rápida y de
manera oportuna. Unos años después, a
eso de mediados de esa misma década,
llegó internet y tomó al mundo con los
pantalones abajo. Y quien haya dicho a
principios de los años 90, que en ese
entonces teníamos mucha información,
debería ver ahora hasta donde hemos
llegado.
En ese sentido, pienso que lo más
prudente es poder desacelerar un poco
nuestro ritmo de asimilación, dar un
paso atrás y de vez en cuando, poder
bajarnos momentáneamente de este
vertiginoso ferrocarril en el que estamos montados, para así ver las cosas
desde otra perspectiva y no sólo como
imágenes borrosas vistas por la ventana
de este tren.
Debemos volver a darnos tiempo, de
disfrutar el ir a las tiendas de música,
recorrer sus pasillos y escarbar entre
las toneladas de CD’s que hay en sus
mostradores. Darnos el gusto de comprar ese álbum clásico que nunca compramos en su momento. Llegar a casa
a abrirlo y disfrutar del aroma que
despide el plástico nuevo, ponerlo en
el reproductor y disfrutar de la música
mientras hojeas por las páginas para
leer las letras. También de entender lo
que el artista quiso decirnos y emocionarnos, llorar o reír junto a él. Y
cuando haga falta y se pueda, repetir
ese ritual.
Es algo que al menos a mí me hace
bastante falta. ¿Y a ti?
René “Reno” Aldrette Instagram: @blackmetalmvffin666
FB: @BlackMetalMvffin
Twitter: @blackmetalmvfin
blackmetalmvffin@gmail.com
Arquitecto, artista
plástico, músico y promotor del género
del Metal. Actualmente conduce el canal
digital Black Metal Mvffin y promociona la
cultura de la escena musical.