Sin audiencia
no hay medios
México:
¡Uy, qué horror!
Estamos ante el renacer
del cine mexicano de
horror
El género cinematográfico conocido como “fantástico” es el de mayor número de seguidores.
No sorprende, si consideramos que está armado
por los cuatro subgéneros más taquilleros: fantasía, ciencia ficción, horror y terror.
Por la década de los 30s, el mundo recibió una
oleada de producciones basadas en obras de
grandes autores del siglo antepasado, incluyendo a Stroker, Hayes y Shelley, entre otros,
contando historias de vampiros, hombres lobo,
momias, muertos vivientes y personajes similares.
En México, no tardaron en surgir versiones de
leyendas que, primero por tradición oral y luego
por línea mediática, han estado siempre presentes: “El decapitado”, “La Llorona”, “El alushe” (sobre
el “aluxe”, un duende travieso propio de la mitología maya), “Los monjes en pena” y tantas otras.
Durante la “época de oro del cine mexicano”,
las películas de horror enfrentaron un gran
problema: el interés del público se movió hacia
los musicales, comedias rurales y tramas de
cabareteras.
Al terminar los 40, se vislumbró una curiosa
reactivación del género. “Curiosa” porque esa
nueva fuerza llegó de la mano de luchadores
que invadieron y se apropiaron de las pantallas.
“El Santo”, “Blue Demon” y “Huracán Ramírez”
fusionaron su perfil de paladines de la justicia
con la comedia, drama y horror, en películas
que se tradujeron al francés, inglés y alemán, y
que, en otros continentes, se consolidaron como
tanto o más rentables que las Hollywoodenses.
En el europeo, incluso, se siguen como ejemplos
de cine surrealista.
La fórmula se exprimió tanto que llegó a la saturación. La baja de afluencia a taquilla llevó a los
productores a la mesa de trabajo para planear
lo que sería “volver a la base”.
El horror mexicano retomó bríos gracias a una
serie dedicada a los vampiros humanos. “El
ataúd del vampiro”, “El vampiro” y “El mundo de
los vampiros”, entre otras, impactaron internacionalmente con las actuaciones de Germán
Robles, Abel Salazar y Carmen Montejo, y trabajos
de dirección de Rafael Baledón, Abel Salazar y
Alfonso Corona, por citar los más representativos.
Al poco surgió quien se encumbró como “Director Más Importante” del género: Carlos Enrique
Taboada, cuya “tetralogía” ha servido como
patrón de muchos nuevos cineastas que, por
más esfuerzo, no han podido siquiera acercarse
al tono de sus cintas: “El libro de piedra” (1968), “Hasta el viento tiene miedo” (1967), “Más negro que
la noche” (1974) y “Veneno para las hadas” (1984)
Las tres primeras –por cierto- han sido objeto
de nuevas versiones que, para bien o para mal,
resultaron de lo más desafortunadas, tanto en
fondo como en forma; no lograron convencer
a las nuevas generaciones y, mucho menos, a
las que conocen las originales.
De cineastas recientes, debemos vincular a Guillermo del Toro que, desde “Cronos” se mueve
como “pez en el agua” en este género, manejando a la perfección la estética del sin caer en
sustos (sobresaltos) truculentos, causados más
por el efecto sonoro que por el giro de alguna
situación en pantalla. Mención aparte sus incursiones en otros subgéneros del grupo, como el
terror, la fantasía y la ciencia ficción.
También, es justo referir a cineastas como Issa
López (“Vuelven”), Emilio Portes (“Belzebuth”) e
Isaac Ezban (“El incidente”, “Los parecidos”), cuyos
trabajos marcan el renacer del género en México
y le auguran un nuevo y mejor futuro.
edui_tijerina@yahoo.com.mx
Twitter: @EduiTijerina
Instagram: @eduitijerinachapa
Escritor, dramaturgo, guionista,
asesor y analista de medios. Autor de numerosas piezas
teatrales y de scripts para películas como “Cantinflas”,
“Juan Diego” y “Jesús de Nazaret”.