Por: Roberto Garza
Fotografía: Gabriela Arenas
SAMUEL RODRÍGUEZ MEDINA
Obsesión Literaria
Samuel Rodríguez Medina, es un amante de
las artes y un obsesivo en la literatura y en
Borges. Alguien que reorganiza su vida de
acuerdo a la necesidad imperante de escribir
y crear historias, que le permitan a la mente
explotar y en donde uno pueda regresar tranquilamente después a la realidad.
El autor de cuatro libros, que define al
cuento como el relámpago que hiere la tiniebla porque es breve, nos hablará acerca del porqué el sistema
educativo nos dejó de formar en las artes y humanidades, el
porqué escribir cuentos en una época marcada por las novelas
y sobre lo que puede esperar el lector al acercarse a su obra.
¿Qué representa para ti el ser Escritor?
Es un pequeño suicidio cultural, la literatura ha sido condenada
a las catacumbas de la educación, decía Borges. Que la escuela
interrumpió su formación, creo que eso se hace muy visible en
un país como México, en donde las artes y las humanidades han
sido condenadas a la desaparición; hemos tenido planes de estudio muy bárbaros, en donde la gente con verdaderas intenciones
artísticas no tiene canales, ni profesores capacitados. Las artes
y las humanidades están condenadas al no mundo. Entonces
querer escribir es aceptar que puede ser el último día de tu vida,
porque el mercado no las valora, tienen una crítica tan potente
que se escamotea todo el tiempo. Escribir para mí es dar la
pelea por la vida, espero no sonar demasiado romántico, pero
si soy un romántico, ¿a qué otra cosa puede sonar?
Escribir ficción para mí representa una lucha contra el sistema
educativo, que nos quiso ahogar a todos los que teníamos estas
intenciones y muchas veces lo logró. Es también una necesidad de
transformarme internamente para dar la pelea por la literatura.
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En la Feria Internacional del
Libro Monterrey. |
Mencionas que de cierta forma el sistema educativo
dejó de formarnos en las artes y humanidades, ¿podrías
ahondar un poco más en este tema?
El sistema nos hace totalmente operativos, nos lleva a un
sitio de consumo y a un sitio de comodidad intelectual, el arte
es transformación y crítica. El arte intenta que la mirada despierte, el arte no va a dónde va la masa, la masa banaliza y su
gran aliado es el sistema educativo, para convertirte en una
persona productiva, dejando a un lado el afán por la justicia,
por la dignidad y tus propias locuras, que es ahí donde el arte
es verdadero. El arte está luchando por romper esa primera
naturaleza y colocarte en el sitio de la incertidumbre, de la crítica, de interrogar al mundo. El sistema educativo no quiere que
interrogues nada, solo quiere que compres. El arte te invita a
despertar esa mirada adormecida.
¿Por qué escribir cuentos en una época marcada por la
novela?
La novela me parece un sitio muy cómodo, en donde la literatura se ha vuelto “dormilona”, el cuento es relampagueante,
feroz, punzante. El cuento es el relámpago que hiere la tiniebla porque es breve, es como eyaculatorio. El tipo de novela
que se hace con todos estos traumas de personas que nunca
pudieron resolver, problemas con los padres, o de la clase media
totalmente banalizada e idiotizada por sí misma. El cuento por
ser relampagueante está obligado a ser punzante, en cambio la
novela puede quedarse “chata” el cuento te obliga a estar alerta.
¿Planificas tus libros antes de escribirlos o surgen las ideas
sobre la marcha?
En este punto de mi vida, los libros me planifican a mí. Mi
vida se reorganiza de acuerdo a la necesidad imperante de escribir, ya se colocó en una prioridad muy destructiva en mi vida,
así podría plantearlo con toda honestidad; la literatura ya se
colocó en una colonización de mi tiempo, de mi mirada y de mi
mente, me ha absorbido como al Quijote, no puedo encontrar
una metáfora más soberbia, pero tampoco una metáfora más
verdadera, la literatura ha llegado a planificar mi vida.
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Samuel Rodríguez Medina. |
¿Con tus libros tratas de transformar o de cambiar la
manera de pensar en forma general?
No sé si la literatura o los cuentos que escribo le aportan más
valor a la vida, me gustaría pensar que aportan una extraña
lucidez obscura, así podría definirlo.
¿Ha influido Monterrey en tu manera de escribir?
Yo no podría decir que soy un autor regiomontano, porque eso me
cortaría muchas posibilidades, tengo otras patrias que también
quiero y me siento de ahí, como Lima, Granada, Buenos Aires y
Montevideo, las defenderé cuando sea necesario, las armas son
las palabras. Los que somos de aquí, sabemos las contradicciones,
una ciudad que se fundó con un sistema económico del Siglo XIX
y que fue atrapada por las versiones más retrógradas de la iglesia.
Esto genera interesantes contradicciones en su composición,
una sociedad que se asume con valores, pero en el momento
que llega al horror, no sabe cómo reaccionar, eso es un cuento.
¿Escribes pensando en un lector en específico o crees que
cualquiera es un lector en potencia?
Una de las frases que más me han impactado de Borges y, donde
creo que este es un oficio de locos, es que tal vez estamos escribiendo para gente que aún no ha nacido.
Esa parte de la mercadotecnia no la tengo clara, nunca he
sido bueno para esas cosas y espero nunca serlo. Tal vez estoy
escribiendo para gente que ya murió o para gente que aún no
nace, no lo sé, no tengo idea. Simplemente lanzo un cuento
porque el destino me hizo escuchar alguna conversación en la
calle y las tres neuronas que me quedan se revolucionaron y
entonces vi la vida como literatura, pero no me gustaría decir
que escribo para cierto público, es más, no sé si existe el público.
¿Qué significa para ti crear historias?
No hay nada como crear, ser libre y formar un personaje, hacerlo
vivir y ponerlo a pelear por una causa inútil, ponerlo a follar o
a cambiar de continente en tres segundos. Nada se compara a
la creación, es un mundo en donde la mente explota y en donde
uno puede regresar tranquilamente diez minutos a la realidad.
“La novela
me parece un sitio
muy cómodo, en
donde la
literatura
se ha vuelto ‘dormilona’, el
cuento es
relampagueante,
feroz, punzante”
¿Cuáles son los libros que más te han influenciado a ti
como persona y en tu forma de escribir?
Aprendí a amar los libros porque leí a Jorge Luis Borges y tuve
la suerte de estudiar en Argentina con alumnos directos de él,
siento que me tocó el último aliento del maestro. Borges es este
ojo de agua enorme del cual uno bebe y se envenena, porque uno
se puede envenenar de Borges. Claro uno no podría vivir sin leer
a Homero, a Alejandra Pizarnik, a Juan Rulfo y a Roberto Bolaño;
son autores que te arrastran en este río revuelto de la literatura.
Yo siento que es gente que tocó el abismo y medio sobrevivió.
Te has declarado admirador tanto de Borges, como de
Bolaño, platícanos un poco más de él y ¿por qué ha influido
en tu forma de escribir y en ti como persona?
La literatura de Bolaños es como un Borges al revés, donde Borges
revienta el universo desde una idea y Bolaño nos envuelve en
lodo. En cuentos tan bonitos como Sensini, nos habla de este
sitio completamente roto de incertidumbre. Roberto Bolaño es un
triturador de certidumbres, su literatura de cuentos me parece
que llega a un sitio de realización de un vacío, de un abismo en
donde no solo coqueteas con el abismo, sino que dejas que te
trague. Roberto Bolaño para mi es el último Borges.
Escribiste El Despertar de la Mirada en el 2016, ensayo
en el que hablas de arte, cine y literatura. Ahora sale en
Argentina la segunda edición, platícanos ¿cuál fue la
intención original al momento de escribirlo?
Yo no quería publicar, lo que quería era escribir, abrir huecos
en la realidad para poder sentarme a escribir. El Despertar de la Mirada es un libro en donde encuentro una voz a medias
que fue dada por las clases de mis grandes profesores, ellos
me enseñaron a pelear por las artes. Este es un libro para todo
aquel que sienta que a las artes las robo un banco, una universidad, una religión o su mamá, es una humilde opción para que
alguien pueda reconectar con Caravaggio, Apocalypse Now, el
Quijote, con Macbeth y con Shakespeare, estos nombres que
todos conocemos, pero que pocos hemos querido interiorizar en
nuestra vida. Se agotó en México, lo cual para mí es un misterio,
porque escribir y publicar aquí es muy difícil y ahora que salga
una segunda edición en Buenos Aires me dice que hay apetito
por las artes. El arte es el mundo de la sensibilidad, la calidez,
del horror y la gloria juntos en un crisol.
“La literatura ya se colocó en una
colonización de mi
tiempo, de
mi mirada
y de mi
mente”
Hablando de otro de tus libros Muerte a la Deriva, el cual
es un libro de cuentos que, de una manera muy particular,
hace una reflexión sobre América Latina, ¿por qué
escribirlo a 2 voces y qué encontraremos en él?
Argentina me hizo mucho bien y me hizo mucho daño, me fui un
año a tratar de reencontrarme con el Borges mítico, pero cuando
te encuentras un país roto, que vivió lo que vivió, con las persecuciones de miles de jóvenes idealistas que querían transformar el mundo y que fueron asesinados en las calles y con mi propia
experiencia de mi país; se propone junto con Javier Villanueva
hacer un libro sobre la realidad latinoamericana, si es que esto
existe. Javier es un autor con una voz muy fresca, habla sobre sus
compañeros que perecieron en el conflicto contra Videla. Buscaron otro autor con otra voz, creo que la voz de mi generación es
necesariamente obscura, en mis cuentos describo una América
Latina que intenta no desfallecer, aunque no siempre lo logra.
Cuéntanos la historia que hay detrás de tu cuento La
Ausencia.
Mi vida en la narrativa inició con este cuento, es el parte aguas
en mi carrera, una noche recuerdo que tenía fiebre y escuché
la historia del doctor argentino Jorge Mario Roitman, el cual
fue secuestrado y asesinado por la dictadura en 1976. Estuvo
desaparecido 40 años y encontraron sus restos a unos metros
de su oficina, me pareció algo demoledor, me sentí muy cerca
de este personaje, pero no sabía por qué, me pedía que hiciera
una narración, empecé a escribir cuentos, cuando aparecieron
los restos de Roitman. Con mis cuentos de La Ausencia, busco
esos restos de la América Latina que todo mundo pensó que
estaban desaparecidos, pero de alguna manera siguen vivos.
Esto es Latinoamérica lo que el mundo cree que ya fue, pero
que de alguna manera regresa para dar la pelea.
¿Las palabras como dices en tu cuento Allister pueden ser
rebelión, resistencia y subversión?
Allister es uno de los cuentos que conforman La Ausencia, este
libro lo quiero mucho, lo quiero casi tanto como a mis hijos, está
en la parte derecha de mi corazón, lo escribí en un momento de
mi vida en donde creí que iba a dejar todo.
Y este cuento en particular se trata de un chico llamado Allister
en el 2036 (recuerdo de la Guerra Civil Española) el cual trabaja
para una compañía que le vende las palabras a la gente, Allister
desdeña ese sistema y se vuelve un rebelde, está ambientada en la
Ciudad de México, para mí es un sitio mitológico, de las mitologías
latinoamericanas es la más grande por todo lo que ocurre ahí,
hay muchos fantasmas. Había que hacerle un homenaje literario
y Allister es mi homenaje a la Ciudad de México, con algo que no
sé si existe, que es una distopía lingüística.
¿Qué es lo que puede esperar el lector al acercarse a tu
obra?
Puede esperar un desfondamiento, me encantaría que se dé
cuenta que existe un sótano. Bolaño decía que un cuento no es
una casa, una casa puede ser la región o un gran amor, un cuento
es una cajita chiquita en el sótano de la casa, la gente pasa la ve
o no la ve, alguno la quiere tirar, pero la cajita se queda en el
sótano. Un día alguien abre la caja y ahí está el infierno, se da
cuenta que esa cajita es más grande que toda la casa, eso es la
literatura. Un infierno que se abre y que es más grande que la
casa. Eso es lo que pueden esperar de mis cuentos.
“La
literatura
de Bolaños
es como
un Borges
al revés,
donde
Borges
revienta el
universo
desde
una idea y
Bolaño nos
envuelve en
lodo”
¿Qué es lo que te diferencia de otros autores
latinoamericanos?
Esa pregunta creo sería muy buena para algún posible lector,
pero creo que si algo me puede distinguir es una enorme terquedad, no sé cómo sean otros autores latinoamericanos, he
leído a los viejos y muertos, uno no quiere deberle nada a sus
contemporáneos. No sé si eso me diferencia de mi generación.
Uno tiene la terquedad del amor a la literatura y esa terquedad
no quiero que se me vaya nunca.
¿Cómo podrías definir esa terquedad por la literatura?
Todo el mundo intenta que dejes de escribir, a veces la familia,
la economía quiere que dejes de escribir para hacer cosas productivas, también el entramado “Instagramero” y “facebukero”
le importa que digas que estás escribiendo, no que escribas. Me
refiero a esa terquedad que viene de los primeros enemigos, la
fe, si uno escribiera desde la fe tendría temas prohibidos, es un
campo minado, por eso uno debe ser terco y un mucho obsesivo.
¿Qué viene para Samuel Rodríguez?
Acabo de terminar una serie de cuentos sobre un personaje
llamado Emanuel Marx el fantasma, son 30 cuentos que casi
me vuelven loco, que me han provocado muchos problemas en
mi vida personal. Son problemas que duelen porque tienen qué
ver con cosas muy íntimas. Escribir a final de cuentas es soledad, es un ocio activo. Fue un año y medio en lo que los escribí.
Emanuel Marx el fantasma es un reportero alvino que vive en
una ciudad muy parecida a Monterrey, el cual tiene un enamoramiento con la muerte, busca casos que no se resuelven, nadie
sabe si los inventa o los investiga. Aún no tengo editorial, no
escribo porque tenga compromisos con editoriales, yo escribo
porque me sale del alma, si es que existe el alma.
¿Ya tienes el nombre del libro de estos 30 cuentos?
Es un libro compuesto en 3 partes, una escrita en primera persona, otra en segunda persona y una más escrita en tercera
persona. Son diferentes voces las que lo narran, el libro se llama
La Marcha de la Muerte.
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Mostrando el libro que escribió junto con Javier Villanueva “Muerte a la deriva”. |
¿Podemos esperar este libro para este 2022 o quizás puede
demorar un poco más?
No tengo idea porque esto es muy azaroso, me gustaría revisarlo
bien y luego sacarlo, porque ésta es mi gran propuesta de vida,
esta colección de cuentos es algo que me arrancó tanta vida en la
realidad, por eso tiene unos matices muy hondos y muy destructivos, pero también propositivos, tanto estructuralmente como
argumentativamente, por eso quiero darle un poco de tiempo.
“Escribir ficción para mi representa
una lucha contra el sistema educativo,
que nos quiso ahogar a todos los que
teníamos estas intenciones y muchas
veces lo logró”
Generalmente los países desarrollados culturalmente
cuentan con una gran infraestructura, ¿qué tan
complicado es hacer que las cosas se den en un país
como México y tú que harías para tratar de revertir este
problema?
Yo empecé a escribir en una parada de autobús y ahí no sabes
que hacer. Yo le diría a alguien que va empezando, que escriba,
que pinte, que fotografié, si su obra es buena va a ser su mundo,
pero un mundo a martillazos.
Yo me he acercado a Conarte, pero tienes que tener un master para llenar sus formas. He tenido suerte porque la gente
ha creído en mí, aunque ha sido en otros países. Salvo el señor
José Luis Font, el cuál fue mi primer editor.
Si me preguntas cuáles son las fórmulas, los procesos o los caminos, no tengo la más mínima idea, lo mío ha sido empujar
y decir que este soy yo. En algunas editoriales que me acercaba
me preguntaban cosas ridículas, como cuantos likes tienes en
Facebook. Estuve a punto de dejar de escribir. De pronto me
contactan de Argentina y te das cuenta que quizá es otra sensibilidad. En México he encontrado un apoyo mínimo. Con los
lectores es diferente, se han acercado a mí diferentes personas,
que quieren tomar mis clases o leer mis libros.
Parece que muchas instituciones están tomadas por administradores y no por artistas y eso retrasa mucho a las voces,
pero si eres bueno de alguna manera va a salir tu obra.