La exquisitez
de ser nosotrxs
Caminando con
Dante Alighieri
A la mitad del camino de mi vida, me encontré
con una selva oscura… dicen las primeras líneas
de la obra clásica “La divina comedia” de Dante
Alighieri.
Y no es un señalamiento al aire. Cumplir años
nos lleva a poner en una balanza lo aprendido y
lo pendiente. Repasar la vida y reencontrar sus
motivos, entender los porqués en cada decisión
y las interrogantes que se nos abren de frente.
Le confieso que esta tarea no es sencilla y la
mente invoca algunas trampas, como por
ejemplo, tender a culpar a los demás o al destino
sobre situaciones que no fueron las esperadas;
pero como ya dije, esto es una trampa que
impide ver las propias fallas.
En el ejercicio de lectura personal, pienso en el
hoy, el ayer y en lo que quisiera fuese mañana.
Le pregunto a mi yo, de hace veinte años:
¿estás en el sitio que imaginaste?
¿cumpliste los sueños que tenías?
¿por qué renunciaste a ellos?
Y descubro que hay más preguntas que
respuestas y más ausencias de las que quisiera,
pero también más comprensión de otras cosas.
Confieso que creí que al llegar a esta edad,
las aguas que rigen el deseo (que no son
solo corporales, sino mentales también), se
tranquilizarían. Cuidado con el spoiler: las aguas
siguen con oleaje intenso, en eso no se envejece.
Pero mirarme al espejo enseña que en cada
arruga o cana descubierta, hay atrás una
historia y un montón de experiencias. Aceptar
que los años suman, no es fácil.
En la obra clásica italiana que refiero, el
personaje principal camina con dos personajes
que representan la fe y la razón, lo que lleva
a encontrar sentido desde lo que creemos y
hacemos; pero esto choca con las certezas y
aprendizajes acumulados en el tiempo.
¿por qué se dio la obscuridad?
¿de qué depende encontrar la luz?
Una definición dice que la obscuridad es la
ausencia de claridad para percibir.
La oscuridad como necesidad de perderse
de las certezas y descubrir que hay nuevas
preguntas que se plantean desde el ser humano
actual que ha caminado, corrido, llorado, amado,
reído, callado, y que de repente se detiene y se
pregunta si hay coherencia entre lo que sueña
y vive, y hace un punto de giro.
Es detenerse.
Mirar hacia atrás y hacia adelante sin tener claro
lo que habrá. Quizás por el momento solo la selva oscura que dice Dante, como gran encrucijada.
La disyuntiva es decidir andar por el camino
conocido o caminar en la incertidumbre que
encierra la noche.
“A la mitad del camino de mi vida, me encontré…”
dice el autor italiano, lo que es oportunidad de
encuentro y elección.
En el viaje por tres mundos que señala la obra
literaria, se reconoce que habrá un castigo a
quien ose lo no permitido en el canon; pero
el “canon” entendido como regla, norma o
precepto ha sido un límite impuesto.
Pienso en un montón de personas que hicieron
sus propias rupturas a lo establecido y nos
mostraron nuevos horizontes: pienso en Rosa
Parks, Amelia Earhart, Matilde Landeta, Leonora Carrington, o hasta mi propia abuela. Pienso en
todas ellas y sus encrucijadas, y pienso si a futuro
contarán de nosotros quienes nos conocieron
y aquí se justificará cualquier duda y elección
tomada.
En los mundos que recorre el autor en “La Divina
comedia”, se esconde el descubrimiento del
saber, las consecuencias del pecado, así como
la expiación de las culpas. Saber, culpa y perdón
pareciera una especie de manual de vida. Y
aunque la obra habla de un contexto histórico
específico, pareciera que nos sigue susurrando
al oído.
Hacer o no hacer.
Seguir o detenerse.
Preguntarse o dejar de hacerlo.
A la mitad del camino de mi vida…” como dice
el autor, solo es el punto de inflexión del como
queremos deslizarnos en esa pendiente de vida
que nos queda.
Supongo que al final, la historia nos absolverá
o hará su respectivo reclamo.
Diana Elisa González Calderón Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.