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La Babilonia de J. L. Borges Una vida, miles de libros | JAVIER VILLANUEVA | Diciembre 2023


La Babilonia de J. L. Borges Una vida, miles de libros

Una vida, miles de libros

(...)“Se habla de la tarea literaria, yo no hablaría de tarea, yo diría que la literatura es uno de los placeres del hombre. No deberían premiarnos por ser escritores, nosotros deberíamos premiar a quienes tienen la paciencia de leernos y de descubrirnos mucho mejor de lo que somos.

Y ahora dejemos otra vez mi caso personal, y hablemos de esa obra extraordinaria realizada por el Fondo de las Artes. Estoy pensando en mis colegas, estoy pensando en los músicos, en los prosistas, en los poetas, en tantos otros, y sé que todos ellos ejecutarán lo que yo no pude ejecutar del todo, lo que yo hubiera querido realizar; todos ellos vendrán a justificar esta obra que ustedes con tanta indulgencia premian hoy. Tengo la convicción de no haber dado con la palabra justa, pero esa misma torpeza mía, este mismo balbuceo, esas lentitudes son un testimonio del estupor, de la incredulidad y del casi interminable e inolvidable agradecimiento que siento en estos momentos. Y otra vez, a todos ustedes, muchísimas gracias.”

Grabación del discurso de Jorge Luis Borges el 9 de diciembre de 1964, fragmento. Archivo General de la Nación Argentina. Fotografía: Sara Facio.

Cuando compré Borges Babilônico —sí, así mismo, con ô— en portugués (vivo en Brasil hace 44 años) me metí de cabeza en esa enciclopedia del conocimiento, la erudición y la magia, y no la largué durante semanas. Sí, es algo así como caminar por los laberintos, los espejos y los túneles de la historia, la literatura, y en algunas curvas cerradas, un poco de Harry Potter. Ya sé que la última frase va a parecer un sacrilegio a algunos seguidores más sectarios, pero yo soy de aquellos fieles borgianos no sectarios, que puedo admirarlo hasta la última página y al mismo tiempo perdonarle sus despistes con la política, por ejemplo.

Terminé de leer las 560 páginas de la versión tropical de tapas rojas, coordinada y editada por el también argentino, residente en São Paulo, Jorge Schwartz. Se trata de un proyecto colosal, que tardó casi dos décadas para ser realizado. Coordenado por Schwartz y Maria Carolina de Araújo, decenas de especialistas brasileños y extranjeros produjeron más de mil entradas, componiendo una especie de gran enciclopedia que ayuda a descifrar nombres, referencias, temas y citas que aparecen en los textos de Jorge Luis Borges.

No satisfecho con el gran éxito de la edición brasileña, Schwartz, como buen argentino, voló a Buenos Aires y tradujo con su equipo la edición de Companhia das Letras al español, hasta resultar un grueso Borges babilónico (ahora con el acento agudo del español) que le propone al lector un recorrido, desde la A hasta la Z —de “1910, el año del cometa y del Centenario”, pasando por los versos A fair field full of folk, los nombres Dabove, Santiago, o Keaton, Buster, los términos memoria y censura, sitios como el Jardín Botánico porteño, hasta la Z—, y por más y nuevas entradas engordadas, sobre referencias y citas de la obra de Borges.

Tampoco me satisfice yo con la versión original, brasileña, y quise tener en mis manos la edición de la sucursal argentina de la prestigiosa editorial mexicana. Pues, como dice el prólogo del FCE —Fondo de Cultura Económica argentino— que editó la obra en Buenos Aires, los nuevos textos de Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Davi Arrigucci Jr. y muchos otros, llevan al lector a inventar renovados caminos y sentidos diferentes para la obra de uno de los escritores-clave del siglo XX.

Confieso que empecé por las nuevas entradas (ya dije antes que eran más de mil en la versión brasileña de 2017) que en la edición argentina alcanzó las 1.220, puesto que también se corrigen algunas omisiones de la publicación original. También se incluyen reseñas de obras críticas y algunas nuevas entradas donde se trata, por ejemplo, del tema de la homofobia y sobre el seudónimo compartido en la escritura conjunta con Adolfo Bioy Casares, —H. Bustos Domecq—. En la edición brasileña, tampoco estaba la entrada Zunz, Emma, que fuera escrita en 2019 por el fallecido ensayista Horacio González.

El recorrido de Borges Babilónico me llevó décadas atrás, como en la máquina del tiempo de H. G. Wells, hacia la Historia Universal de la Infamia, primer libro de ficción en el que Borges trabaja con biografías de ladrones y rufianes; personajes traidores y a veces también heroicos. Colección inolvidable de cuentos que juegan a falsear y tergiversar historias ajenas.  

Seguí paseando por las 580 páginas de la enciclopedia borgeana hasta encontrarme de cara con el Hombre de la esquina rosada, uno de los relatos más celebrados del maestro, que ya fue adaptado a obras de teatro, cine y musicales; Jorge L. Borge parece querer vengarse de sus críticos que lo acusan de ser afrancesado o europeísta, y usa palabras arrabaleras, ordinarias, toscas y rústicas; las que, como lo decía el mismo autor, constituyen el lenguaje orillero de la vieja capital porteña, no aquella de su primer libro (Fervor de Buenos Aires, de 1923), inexistente ya hace más de cien años, sino la de las orillas, de la frontera mezclada de inmigrantes, migrantes del interior, gauchos sin caballo e indígenas sometidos a la dureza de la vida del peón urbano.

Hasta que el laberinto y los senderos borgianos que se bifurcan en su Borges Babilónico me llevo a Etcétera, un testimonio de sus lecturas incontables, tejido con diversos relatos que juegan a falsear y modificar diversas historias ajenas, infundidos con el puro placer de contar cuentos. Y siguiendo entre tigres y espadas, túneles y nuevos laberintos, llego nada menos que a Historia universal de la infamia que, como todos saben, anunció la llegada de una voz literaria totalmente nueva y original. En su prólogo a la primera edición, Borges dice: 

“En cuanto a los ejemplos de magia que cierran el volumen, no tengo otro derecho sobre ellos que los de traductor y lector. A veces creo que los buenos lectores son cisnes aún más tenebrosos y singulares que los buenos autores. Nadie me negará que las piezas atribuidas por Valéry a su pluscuamperfecto Edmond Teste valen notoriamente menos que las de su esposa y amigos. Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.” J.L.B.

Llego a la referencia al prólogo de la segunda edición de Historia universal de la infamia y me encuentro con un J.L.B. que me dice que:

“Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esa mínima parte del universo que es este libro. Patíbulos y piratas lo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar. El hombre que lo ejecutó era asaz desdichado, pero se entretuvo escribiéndolo; ojalá algún reflejo de aquel placer alcance a los lectores” J.L.B.

Me doy cuenta, ya en la página 509 de la gran enciclopedia borgiana, que para el maestro, el mundo es una biblioteca compuesta de un número indefinido e infinito de libros, organizados en galerías hexagonales. Y el universo todo no es más que libros que remiten a otros libros, una letra sobre la próxima letra, discursos que se tejen y se destejen como en los telares de Penélope, constituyendo la materia del propio ser. Como un feliz prisionero entre las estantes, el lector se pierde dentro de ese laberinto, preguntándose a cada curva del hexágono si en verdad hay un mundo más allá de esas paredes forradas de libros —y yo me acuerdo otra vez de Harry Potter, perdón sectarios! — o si es apenas una extensión dudosa de la que solo hay cifras, números de libros catalogados en cada estante. Hasta que una curva cerrada me choco con La biblioteca de Babel. Y es entonces en que el nombre del libro enciclopédico de Schwartz cobra todo su sentido.

“Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza”. J.L.B. 

Cerré el voluminoso libro —mejor dicho, los dos, el brasileño y el argentino—, me saqué los anteojos, y me dormí. Dormí y soñé con tigres, con bibliotecas babilónicas y laberintos llenos de letras y enigmas.


Javier Villanueva. 
blog.javier.villanueva@gmail.com 
www.albertointendente2011.worldpress.com

Argentino, establecido en Brasil, profesor de idiomas, editor, traductor, escritor y librero. Investigador y conferencista de temas hispanoamericanos y de la historia y las culturas de los pueblos nativos. Autor de más de una centena de libros didácticos publicados en Brasil, y de dos colecciones de cuentos en Argentina.