Hacer, decir
y pensar
La sororidad
Una actitud sorora para
otra mujer, es justo lo que
necesita el movimiento
feminista actual, que,
por medio del trabajo
colaborativo, busca la
igualdad.
Comienzo esté artículo rememorando una historia de la mitología griega, de esa cultura de
mitos y leyendas; narrándoles en esta ocasión
la historia de Perséfone, hija de Zeus y Deméter.
Perséfone, doncella que vivía con su madre
de nombre Deméter, se encontraba alejada
de los dioses. Cuenta la leyenda, que tenía la
costumbre se salir a recoger flores acompañada de ninfas y diosas. Un día Hades, dios del
inframundo, apareció de la tierra y la llevo con
él, al reino de los muertos. Cuando su madre
Deméter se percató de lo sucedido, comenzó
a experimentar la desesperación y rabia, por lo
que tomó su ropa de luto e inició una búsqueda
exasperante, colmada de cuantiosos lamentos
y logrando así que la tierra se estremeciera.
Mientras realizaba la búsqueda, Deméter cruzo
su camino con Hécate, quien era la diosa de
las encrucijadas, quien la consoló y acompaño
en su búsqueda. Ambas lograron confirmar
que el responsable de lo acontecido había
sido Hades.
Deméter terminó con su vida, con la finalidad
de llegar a su hija, Zeus intentó evitarlo con oro
y flores, pero era tanto el lamento de Deméter,
que no le importó y exigió a Zeus el regreso de
su hija antes de volver a florecer en la tierra.
Debido a esto, Zeus obligó a Hades la devolución de su hija Perséfone, a lo que accedió, pero
anteponiendo una condición para la liberación:
no comer en el camino a casa. Sin embargo,
Hades, utilizando engaños, consiguió que ella
comiera seis granos de granada, obligándola
a volver un mes por cada grano de granada
que había comido.
La tierra florecía de cálida vegetación cada vez
que Deméter y su hija estaban juntos, sin embargo, cuando Perséfone regresaba al infierno,
durante los otros seis meses del año, la tierra no
florecía, convirtiéndose madre e hija en intimas
compañeras durante la travesía.
Perséfone se convirtió en la más terrible Reina
de los muertos, haciéndose llamar inclusive la
Reina de Hierro, alguien que prometía la inmortalidad en el mundo subterráneo.
Esta historia la cita la Dra. Silvia Martínez Cano,
artista multidisciplinar desde la clave feminista
y religiosa, y profesora de Teoría de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid,
en su artículo “Procesos de Empoderamiento y
Liderazgo de las Mujeres a través de la Sororidad
y la Creatividad”.
Importante por resaltar, es que haciendo una
comparación con historias de mujeres en la
actualidad, descubrimos que existen mujeres
viviendo el lamento y desesperación que sufrió
Deméter.
Pero. . . ¿Cuántas mujeres hemos sido Hécate?
Dentro de esta historia de la mitología griega,
una característica importante es la actuación
de Hécate al ser testigo del sufrimiento que vivía
Deméter en la búsqueda de su hija Perséfone.
La reacción de ella hacia el dolor de otra mujer fue solidaria, con un apoyo incondicional
al seguir con ella la búsqueda de su hija y no
dejarla sola. Hécate fue sorora con Deméter y
la apoyó, escuchó y acompañó en su recorrido.
¿Qué es la Sororidad?
En los años 60’s fue cuando por primera ocasión se utiliza el término “sororidad” derivado de
la traducción de “sisterhood” propuesto por la
escritora estadounidense Kate Millett, quien se
identificaba como una iniciadora del feminismo
radical. La traducción de “sisterhood” al latín es
“soror”, al francés “sororité”, al italiano “sorellanza”
y al castellano “sororidad”.
Actualmente, vemos actos sororos con la articulación positiva entre mujeres, al ellas crear redes
de apoyo, afecto y solidaridad, con el objetivo
de lograr el empoderamiento femenino. Tener
una actitud sorora para otra mujer, es justo lo
que necesita el movimiento feminista actual,
que, por medio del trabajo colaborativo, busca
la igualdad.
No me refiero a una amistad, va más allá de eso,
me refiero a la motivación hacia todas las mujeres que te rodean, compartan o no un vínculo
afectivo o emocional. Me refiero a aprender de
todas y cada una de ellas, a brindar y tomar
herramientas derivadas de la enseñanza para
la autoconciencia y a llegar a erradicar la violencia y la subordinación.
Marcela Lagarde nos dice que “la sororidad reconstruye a las mujeres y es un camino real para
ocupar espacios, lograr derechos, conso-lidar
protecciones entre mujeres y eliminar el aislamiento, la desvalía y el abandono” (2012, p. 34).
Las situaciones complejas de la vida, nos ofrecen una oportunidad de ser sororas y crear una
red de resiliencia que disminuya, erradique y
prevenga la opresión machista y el patriarcado.
Me gustaría resaltar que cuando menciono el
patriarcado, lo hago como una estructura social
que lastima de manera directa y/o indirecta a
las mujeres, una otredad que se percibe con
facilidad.
LA OTREDAD Y LA SORORIDAD
Filosóficamente, comprendemos la otredad
como las características que permiten identificar a unos de los otros, por ejemplo, la existencia
de otras culturas ajenas a la comunidad propia. Antropológicamente, es el apreciar al otro
como un entre ajeno a nosotros, diferente a la
cultura que nos identifica, al igual que contar
con la sabiduría de reconocerlo y respetarlo
para una convivencia sana.
Por eso existe el lema de: “unidas somos mejores”. Tener una actitud sorora para otra mujer,
es justo lo que necesita el movimiento feminista
actual, que, por medio del trabajo colaborativo,
busca la igualdad; siendo fundamental desde
esa unidad, dialogar con la otredad, reconociendo la igualdad en los derechos y el respeto a los
mismos (Camacho, 2018), con la clara conciencia de la exclusión y pobreza de un gran número
de mujeres.
Actualmente la antropóloga Marcela Lagarde
hace redefinición del término sororidad y lo define como “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear
y convencer, que se encuentran y reconocen en
el feminismo, para vivir la vida profundamente
con un sentido libertario”.
En la época actual es común ver estereotipos
profesionales que pretenden establecer tareas
relacionadas con el género, demeritando, desvalorando y desaprovechando la capacidad, sabiduría, inteligencia y habilidad de creación de
las mujeres. En esos casos necesitamos una
sororidad y hermandad que no solo se enfoque
en lo emocional, sino que tenga como objetivo
subir escalones para cambiar y transformar de
manera positiva la vida profesional, laboral y
académica. Un ejemplo claro, es la marcha
mundial de las mujeres realizada en el año 2000,
en el seno de la política que beneficia solo a
los hombres, para obtener: “La carta mundial
de las mujeres a la humanidad”, que se refiere
a que las mujeres, hombres y pueblos oprimidos, planteen un pacto dirigido a transformar
el mundo y a modificar radicalmente los nexos
que nos unen. (Lagarde, 2009)
Es un poder alternativo, que conllevará la erradicación de lo que no queremos, se sostiene
sobre cinco pilares principales:
• Igualdad
• Paz
• Libertad
• Solidaridad
• Justicia
DIVISIÓN DICOTÓMICA DEL GÉNERO Y
LA CULTURA FRATRIARCAL
Finalizo puntualizando la ausencia de sororidad
que existe no solo en las mujeres, sino también
en las comunidades de personas cuya identidad de género no coincide con las expectativas
convencionales y carecen de un trato igualitario;
creando una división de personas por la biología del sexo.
Cuando inició la cultura fratriarcal, se estableció
como una fraternidad y hermandad entre grupos de hombres que se apoyaban y lograban
el empoderamiento por medio del patriarcado.
Sin embargo, con el paso de tiempo, llegó el
matriarcado que fue aceptado por la cultura
fratriarcal, teniendo como visión la relación horizontal entre hombres y mujeres.
Pero esto no fue así, ya que el fratriarcado permitió que la mujer tuviera acceso a esta hermandad por medio del matriarcado, queriendo
decir que se encontraba dentro de esta fraternidad, pero con un rol de regresión por medio
del control social sobre su personalidad que se
complementa de su comportamiento, pensamientos y creencias.
Es por eso, que, cuando una institución pública
o privada realiza la contratación de mujeres
con el fin de cumplir con la igualdad de oportunidades y paridad, pero el crecimiento dentro
de la institución es limitado, muy probablemente será nula o muy baja la oportunidad de
ocupar puestos de gran jerarquía; razón por la
que para una servidora, resulta ser igual a la
invisibilidad profesional, laboral y académica
de la mujer.
Priscila Fuentes González
Versada en seguridad
pública, criminología, prevención del delito, derechos
humanos, constitucionalidad, gobernabilidad, impartición de justicia y políticas públicas en materia de
seguridad. En su tiempo libre es Profesora, Doctorante y
Pet lover. “Estoy dispuesta a pagar el precio de ser mal
entendida, con tal de vivir una vida de adentro hacia
afuera y no de afuera hacia dentro