Réquiem por Anthony Bourdain | SAMUEL RODRÍGUEZ | Agosto 2024


Réquiem por Anthony Bourdain

Réquiem aeternam dona eis, Domine,et lux perpetua luceat eis.

Lo más absurdo es que era ateo, y un Réquiem es un gesto espiritual que seguramente no apreciaría demasiado. Si, era ateo, sin embargo, era también profundamente espiritual.

Pero no, no, aquí no rogamos por el eterno descanso del alma de nuestro hermano Anthony Bourdain, rogamos porque ese espíritu libertario y poético, irreverente y revelador no se extinga nunca de la tierra.

Hace poco fui al sur, visité una pirámide dedicada a Quetzalcóatl, luego deambulé por los pueblos cercanos a Cuernavaca y por la ciudad. Muchos detalles llamaban mi atención: la efervescencia de las calles, los efectos de la tremenda opresión que siempre ha sufrido este país audaz, un gozo incandescente por la vida que jamás tendremos los norteños, y la explosión de sabores en la cocina, que son y serán siempre una forma de tocar el cielo con la lengua. De pronto, entre el ruido y la alucinación propia de las tierras del sur me di cuenta de que estaba viendo el mundo como quería Bourdain. Con una mezcla de asombro y decoro y con la conciencia de saberme un intruso fascinado por un mundo al límite.

Tengo en mi memoria muchos capítulos de su serie, en todos ocurre lo mismo: un profundo amor por el otro, en todos ocurre algo distinto: el sabor milenario de la aventura. Anthony nos recuerda que la vida y su gemelo el asombro están al otro lado del muro. Extraña lección viniendo de un estadounidense, pero para mí Tony no es estadounidense, es Tony.

Sin embargo, creo haber descubierto el país que más se parece a él. No me refiero al país del que estaba enamorado como podría ser Vietnam o Malasia, o el país que le impresionó poderosamente: Japón. Me refiero al país que más parecido tiene con Anthony Bourdain, me refiero a Armenia.

Esto no tiene que ver con elementos étnicos, ni siquiera culturales, y no sé si él mismo apreciaba este país más que a otros que visitó, es que yo creo que involuntariamente ambos se espejean y se repiten. Armenia está rodeada de potencias y países en conflicto, para ser preciso, es un país en constante estado de sitio. Su geografía es compleja, inestable, inquietante y con grandes dosis de alerta continua. Siguen padeciendo efectos de genocidios, invasiones y guerras, y sin embargo resisten. No sólo resisten, sino que lo hacen orgullosamente.

Tony vivió de la misma manera su vida, rodeado de fuerzas amenazantes como la depresión, la incomprensión, la dependencia de drogas y la inercia propia de quien vive así, contra corriente. Su vida entera fue una resistencia, una batalla por conquistar su propio sitio, por ser digno de sus sueños. Bastaba verlo caminar por las calles de Tánger o sentarse a debatir con un magnate asiático o con un dirigente del Punjab para entender que su potencia existencial estaba a la altura de quien fuera. Cómo Armenia, Bourdain hizo de su resistencia una estética, una forma de vida y una fuerza. Tanto a Armenia como a Anthony los define el mismo impulso: un orgullo inquebrantable. 

A pesar de los pesares, de los infortunios, del tremendo dolor, de las derrotas, Armenia y Bourdain convirtieron su existencia en una celebración, en la fiesta de quien sabe lo que vale un pedazo de tierra o un día más de vida. Observar la historia de los dos es entender que hay una partícula de triunfo en cada abismo, y que desde ahí la vida puede recomenzar. 

Otro rasgo revelador los hermana: el exterior, el afuera. Anthony vivía en una diáspora constante, era un viajero ejemplar y parte de su ser habitaba más allá de sus límites naturales. Al mismo tiempo, hay más armenios fuera que dentro, de tal manera que este país también se define por su diáspora. Es decir que millones de personas se vieron obligadas a vivir en la poesía y la hostilidad del exterior, a aprender y comprender un mundo extraño en donde muchos destacaron, sufrieron y se impusieron a sus circunstancias. Esta fuga obligada se transformó en su mayor potencia. Bourdain se define y se reconfigura en esa diáspora, la Armenia moderna también. Ambos se hacen fuertes y renacen continuamente en sus heridas, en el horror que sufrieron, ambos son una señal honesta de que la resistencia es posible. 

En este sentido, hay más de Tony fuera de su país que dentro. Sus programas abren la mirada para forzarnos a ver el otro lado. Cruzamos el umbral para ver un abismo como en su programa sobre el Congo, otras una celebración como en Filipinas, unas más un laberinto como en su programa sobre Hong Kong, y otras una inquietud extrema como en sus apreciaciones sobre México. Entonces, como los armenios, la mirada sufre una metamorfosis, y es impactada por estímulos tan auténticos que uno no puede más que contemplar el verdadero color de la poesía y de la transformación, de la obstinación y de la voluntad. Ambos nos enseñan a vivir, nos muestran que fuera de nuestra singularidad hay miles de personas que nos descubren caminos abiertos, nos indican que los terrores de la vida al final son formas de perseverar y de resistir. Estas lecciones son imperdibles para sociedades distraídas como la nuestra. 

Tal vez es momento de rogar por el eterno descanso del alma de nuestro hermano Tony. Como he dicho ya, seguramente este gesto religioso no sería muy de su agrado; yo mismo tengo poco aprecio por la religión. Pero no importa nada, Bourdain bien vale una misa. 

Réquiem aeternam dona eis, Domine,et lux perpetua luceat eis. Domine,et lux perpetua luceat eis.


Samuel Rodríguez Medina 
Email: samuelr77@gmail.com 
Instagram: @samuelrodriguezdiciembre

Profesor de Arte, Cine y Estética en el ITESM campus Monterrey. Cuenta con un posgrado en Filosofía Contemporánea por la Universidad de Granada. Su más reciente publicación literaria es el libro de cuentos “La Ausencia” editado por Arkho Ediciones en Buenos Aires Argentina.