El lobby de los no besados
La pregunta más cabrona que nos podemos
hacer es: “¿cuándo?” Creemos que es “¿por
qué?”, pero lo que nos tiene hechizados es el
imbatible tiempo. Nos está matando, como
las anfetas, como opioides en Ohio, como
la soledad.
Hay noches que tienen que pasar sobre la chingada.
Somos pasajeros pesados del destino. Hay coitos que
nada pueden detener.
¿Cuándo se cansan de volar las moscas? ¿O mientras haya mierda no pararán? Hay parejas que se
abrazan para la selfie, pero no se rozan el resto de
la noche, ni de la semana.
Hagamos un mercado de trueques. Que la moneda
de cambio sea el beso en la boca, lengua con lengua,
sería un mundo casi perfecto. Casi, porque entonces,
besarse así sería rutinario y no tocarse y realizar
declaración de impuestos, sería algo muy sensual. Invitar a tu date a cargar gasolina sería algo rayando en
una propuesta erótica, sería una clara proposición de
querer terminar la noche en el motel. Pero, entonces,
el motel sería rutina con el paso de los meses.
La vida sucediendo con todo en un martes en donde
nadie en el mundo puede dormir. El lunes qué chingados, el insomnio de los martes es el que patea como
caballo salvaje. Las deudas, qué mierdas, los labios
secos por no besar.
Hay un sensor en los elevadores que mide la sequedad de los labios.
A quien no ha besado en la última semana el elevador los expulsa, entonces, no puedes subir, vivir,
pertenecer, fingir, ni mamar/te ya que te quedarás
atorado en el lobby de los no besados en donde nadie
se puede tocar.
De pronto las personas se mueren cuando no lo tenían planeado. Mueren ese día a pesar de la gravedad,
del infinito y lo minúsculo que somos. No planeamos
morir este día, no planean morir hoy. Y mueren. Y
morimos todos, aunque sea un poco. Otros mucho. Y
las sonrisas excepcionales quedan enterradas, guardadas para otro día. Olvidadas en la solapa, en la
cartera, en la bolsa de la camisa, junto con un ticket
de estacionamiento que no nos deberían de cobrar,
y de pendejos seguimos pagando.
Quiero prender un fuego para sentirte cerca, inventar tu cadera con los trazos de la lumbre. Dicen que
todo arde. Las estrellas. El sol atorado en tus ojos.
Tus manos. ¿Por qué tú y yo no nos quemamos?
El problema cuando recordamos las cosas, es que
nunca acertamos. Extrañamos cosas que nunca existieron y así nos inventamos pendejadas, justificaciones
y hasta sueños. Añoramos cosas que ni en Amazon
existen, como ese recuerdo que tengo de que nos
besamos, pero luego acabé siendo un mesero el día
de tu boda.
¿Por qué las personas buen pedo se mueren? Y nos
dejan quebrados. Me tatué el nombre de una morra
en uno de mis dedos. Hay hielos ojetes, creados en
charolas de plástico piratas llenas de contaminantes.
Conjuros
Lunes por la mañana
El metro hasta la madre
Promesas quebradas
Pujidos falsos
Sonrisas mentirosas
Hongos de humedad en los pulmones. Y nos acostumbramos a ese hedor, a esa tos, a esa flema que no
se va, al sol que siempre regresa. Nos asomamos al
pinche teléfono para buscar anestesias.
Reciclan jeringas.
Empeñan Picassos.
Que la rola suene en autoplay
Que no detecte tu plan macabro
Que no sepa ni que pedo
Que no me sepa el abecedario, ni la preposiciones
Siempre uso los dedos para sumar
Un día solo nos quedarán los cuerpos
Esa gente que va un bar y pide una bebida sin
alcohol.
Esos que van a la playa y nos les gusta el sol.
Esos gordos que temen el ataque cardiaco.
Ese sol terco que vuelve a salir.
Un hielo que fue parido por una máquina alemana
que crea cubos perfectos, como la cadera de Dua Lipa.
Nunca he entendido ni madres. Siempre he sido un
pendejo.
Que tus pómulos se pongan rojos cuando me veas.
Kato Gutiérrez
kato@ruidoso.mx
Instagram:
@Katogtz
Facebook:
@Kato Guitérrez
Escritor originario de Monterrey, N.L.
Dentro de los más vendidos de Gandhi, Amazon Best Seller
#6 y Novela Favorita del 2016 Círculo Sanborns. Audio Series
#1 en España y Latin Podcast Academy Award. Entre sus
novelas se encuentran “Cuatro Segundos”, “El Instante que
nos queda”, “No puedo ver las estrellas” y “Rockstar”. TEDx
Speaker, Ironman 70.3