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La importancia del hábitat | JAIME RAMOS | Abril 2025

La importancia del hábitat

Siempre ha existido un cierto grado de escepticismo inteligente que nos ha llevado a negar, en el peor de lo casos, o relativizar, en el mejor de ellos, la realidad que nos presentan...

Y es gracias a ese escepticismo que nos ha sido menester investigar y analizar más allá de lo que lo habíamos hecho, en eras de vender, persuadir o incidir en la argumentación del otro. Este tipo de relativismo escéptico e inteligente es el que nos ha ayudado a mejorar en lo individual y comunal.

Sin embargo, en el decurso del siglo hemos ido migrando de un escepticismo inteligente a una argumentación identitaria, emocional y dogmática, que ha dividido a los seres humanos en un: ellos o nosotros.

Esta equivoca y miope separación se radicalizo tanto, que hasta se llegó a creer que lo más inteligente era mantener distancia de aquellas personas o grupos con los que no se pudiera argumentar en base a hechos y razones. Tan es así que lo más común era escuchar la frase de: cada uno con su vida o la de aquí no juzgamos a nadie. Frases que en sí mismas no son otra cosa más que el disfraz elegante de: tu vida me importa un carajo. El problema de esta radicalización de unos y distancia de otros es que poco a poco fuimos desarrollando una insensibilidad abúlica no solo a los abusos y violaciones a la integridad de las personas, sino también a las manifestaciones de violencia y criminalidad en la sociedad, al nulo hacer de los gobiernos y, desde hace algunos años, al poco valor que las empresas le están dando al factor humano. 

Fenómenos psicosociales. Cada vez es más palpable el hecho de que los seres humanos nos hemos centrado tanto en la fantasía que nos brindan las pantallas de nuestros aparatos, que hemos llegado a ser más empáticos con lo que vemos en ellas que con lo que le sucede a ese otro de carne y hueso que interacciona con nosotros en lo comunal, social o laboral (sensibilidad ante las pantallas, insensibilidad ante las personas). 

Es común ver en aeropuertos, restaurantes y cafés a parejas más atentas al acontecer de sus pantallas que a la pareja en sí. Lo mismo acaece en el combés de lo familiar. Los miembros de esta han desarrollado una forma de vida en la que irónicamente están solos, juntos…, dedicándole más tiempo y atención a las pantallas de sus aparatos que a sus familiares.

A mayor vació existencial, mayor uso de las redes sociales. Una persona con un alto sentido de misión, poco tiempo y valor les da a las redes sociales. Esto no quiere decir que no tengan valor. Lo tienen. De hecho, son muchas las empresas y agentes empresariales que las usan como lo que son: un medio para llegar a más mercado. No obstante, la gran mayoría de las personas las usan como divertimento. No para aprender, no para hacer negocio, solo como distracción.

Lo cual nos hace patente otro fenómeno más: la gente gasta más tiempo y dinero en entretenimiento que lo que invierte en educación. Lo que la postre se verá reflejado en su desarrollo personal y económico. A menor preparación, menores posibilidades de identificar y capitalizar oportunidades.

Cierto estoy de que no le estoy diciendo nada que no sepa o de lo que no esté consciente, sin embargo, lo que me impulso a escribir estas letras no es lo que está aconteciendo, sino un fenómeno psicosocial que está en gestación y que nos va a sorprender en los próximos años.

La riqueza la crean las personas, no el dinero. La razón de mi afirmación obedece al hecho de que cada día es más patente el que la insensibilidad abúlica con la que se vacuno el ser humano en lo individual y que por obvias razones se extendió al ámbito de lo social y gubernamental, llego en el último lustro de este siglo al combes de lo empresarial. Cada vez son más las empresas a las que se les ha olvidado que los negocios no se hacen con dinero, se hacen con personas.

El factor humano, que dejo de ser importante en lo individual, en lo social y en lo gubernamental, está perdiendo valor en el quehacer empresarial. Y esto va a hacer que poco a poco las personas regresen al origen y retomen o formen nuevas creencias. Lo que los llevará a manifestarse de formas no vistas en la sociedad, en los gobiernos y en las empresas. Cuando esto suceda (y estamos en la ante sala de ello), nos va a tocar ser testigos y actores de tiempos convulsos en todos los ámbitos del quehacer humano. Esto, aun cuando aún no estemos del todo conscientes, es algo que ya está en marcha. Pero como todos los fenómenos psicosociales va a necesitar de un amplio espacio de tiempo antes de que sea palpable a todos.

En el inter va a ir creciendo la inconformidad de las personas y de la sociedad, y con ella las presiones a los gobiernos, en donde es factible que la sociedad elija a personas cada vez más autoritarias al frente de los gobiernos o que estos, en un afán de esconder sus incompetencias, desvíen la atención de sus ciudadanos a enemigos externos, conflictuándose comercial, política y diplomáticamente con otros gobiernos (invención para la desviación). Ante esto es menester tomar en cuenta que se nos vienen años convulsos de alta incertidumbre social, económica y política… Le corresponde a usted decidir qué es lo que habrá de hacer para sortear los tiempos que se vienen.


Jaime Ramos

Licenciado en Administración de Empresas con especialidad en Alta Dirección AD-2 IPADE. Bibliófilo de natura, financiero de oficio, antropólogo por vocación. Ha sido consultor de empresas, bancos y gobiernos. Actualmente se desempeña como Asesor de Inversionistas de alto espectro en el Mercado Secundario.